Retales de su vida (12)

El año siguiente después de salir de la cárcel, lo pasé trabajando en casa de mi padre, en las labores del campo.  En aquel entonces la empresa Rivas de Santiago de Compostela era la que estaba explotando las minas de Barilongo. Fui a pedir trabajo y me lo dieron. Trabajaba de entibador por 33 pesetas, que no llegaban para comer.  Los entibadores  apuntalaban y fortalecían con madera y tablas, las excavaciones, que ofrecían riesgo de hundimiento. Allí trabajábamos tres entibadores, y éramos de los pocos que tenían el privilegio de salir y entrar en las galerías sin ser cacheados, nada más que al terminar la jornada. El motivo era lógico, porque en nuestro quehacer diario, teníamos que salir a por madera, tablas, puntas… Gracias a esto yo sacaba algún mineral, lo dejaba escondido y cuando salía de trabajar, iba a por él. Cuando conseguía reunir un par de kilos, lo vendía en el mercado negro.  Estuve 22 meses trabajando así, pero como el sueldo no subía y la vida si lo hacía, me marché. Lo que si me sorprendió, es que cuando llegué a la jubilación, la empresa Rivas, había cotizado todos eses meses a la seguridad social.  Fue en esta época cuando conocí a  Benedicta Agrelo Rey, natural  de Noví, Ardaña de Bergantiñosla mujer, que más tarde me casaría con ella, más preciso sería decir que fue el 5/11/1.955  Al casarme, mi suegro José Agrelo Remuiñán, me pidió que fuese a trabajar con él en su fábrica de madera, y que ganaría más dinero que en la mina. Mi trabajo principalmente consistía en comprar pinos, robles, castaños, eucaliptos… y llevarlos a la fábrica para que los hijos de mi suegro los aserraran y trabajaran con  la madera haciendo tablas, tablón, etc. Me pasé dos años en este oficio.

A mi mujer y a mi, nos ilusionaba tener una casa para nosotros. Hablé con la Hermandad de Labradores,  y de llevar a cabo mi proyecto, me concederían un crédito de  100.000 pesetas(con esta cantidad nos llegaba)al 2% a través de la Caja de Ahorros. Mi suegro nos ofreció anticipar la herencia de su hija con una finca de 10 ferrados (Medida agraria, usada en Galicia, cuya superficie varía desde 4,288 hasta 6,395 áreas).  que tenía cerca de su casa. Empezamos sacando piedra y cuando nos parecía que llegaba para hacer la casa paramos.  Antes de seguir adelante y tratar con el contratista de la obra, le pedí a mi suegro que había que ir al notario y hacer la escritura a nuestro nombre, con lo que el estuvo de acuerdo, y acordamos ir el domingo, que era día de feria en el pueblo de Carballo, que en aquel entonces los notarios trabajaban los domingos feriados. Yo llamé a mi padre para que me  acompañase, y así poder comer todos juntos. Llegado el día fuimos andando unos 4 kilómetros al pueblo,  por cierto, yo cargado con un saco de habas, que me pidió la señora Dolores (mi suegra), que las llevase y así aprovechaba para venderlas en la feria.  Al final no hubo trato, porque mi suegro quería poner en el documento que cada año le tendríamos que pagar con 14 ferrados de trigo(Medida de capacidad para áridos en Galicia, que varía desde 13,13 hasta 16,15 l.).  Además de oponerme mi mujer y yo, el notario decía que eso no se podía poner porque no era legal, en un documento de anticipación de herencia,  punto que aprovechó mi suegro para volverse atrás, porque el hombre se había arrepentido. Ahh! se me olvidaba, mi padre también me había ofrecido dar la parte de la herencia que me correspondía.   Salimos de la notaría, fuimos igual a comer todos juntos, pero yo ya no estaba a gusto, con lo cual me empezó a rondar por la cabeza emigrar para las Américas. Y ese mismo día fui a una agencia que embarcaba a la gente, y me contestaron que no había problema, pero que tardaría unos seis meses, tiempo que yo no estaba dispuesto a esperar.   Le propuse a mi querida mujer, marcharme a Venezuela yo solo, y si todo marchaba bien a los seis meses vendría ella. Porque si la cosa no iba bien, sería más fácil, volver a Galicia, uno solo que dos.

Un conocido mio llamado Landeira, me dijo:

-Te voy a poner en contacto con un hombre de Malpica de Bergantiños, que se llama Ameixenda, y verás como en un par de meses, te arregla los papeles.

-He oído hablar de él, pero tiene fama de ser informal, y  el dinero que tengo aún no me alcanza para el pasaje, y no puedo permitirme el lujo de perderlo.

-Tú vas junto del, yo no me meto en el precio, pero si ese señor se te queda con el dinero sin arreglarte, te lo devuelvo yo, ¿confias en mi, no?

-Totalmente, gracias.

Este hombre me dio una nota y me fui a visitar al tal Ameixenda. Le pagué 16.000 pesetas y me arregló los papeles, médicos ( que había que tener tres certificados de médicos distintos) y el pasaje en un barco italiano» El Surriento» y en quince días todo arreglado.

Surriento

 

Y así fue como el día 15 de junio de 1.957, a las cinco de la mañana, sin previo aviso, me despedí de mi suegro.  Surriento1

 

 

A las once de la mañana ya estaba abordo del Surriento.

En la foto, escala del Surriento, en St. Cruz, Canarias, antes de partir hacia Venezuela

Continuará…

 

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