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Retales de su vida (14)

Al llegar a la capital, entré al primer edificio que vi, que estaban construyendo, y pedí trabajo.                                                                                                                                                                                       -Que si tengo trabajo?, Teño carallo…

Y ya fue casualidad, que el constructor era gallego.

-Vete a cambiarte de ropa, y nos vamos.                                                                                                                -Esta es la ropa con la que voy a trabajar, que acabo de llegar de España y toda la que traje es la mejor que tenía, no iba a venir cargado de ropa vieja.                                                                       -De acuerdo, pues te voy a llevar a Altamira, que está a las afueras de la ciudad, y tú y otro compañero, empezareis las bases para hacer una quinta (allí a los chalés les llamaban quintas).  Tienes que llevar comida o bocadillo, porque allí no hay donde comprarla. Lo único que tenemos es hielo para echarle al agua.

Y así fue mi primer trabajo en América, en el que echamos unos 15 días, dos obreros  a pico y pala, haciendo las bases.   Después nos trasladamos a  la otra obra para terminarla, pero al poco tiempo le rompió el guinche (máquina para levantar y trasladar cargas), y como en el país los técnicos especializados  brillaban por su ausencia,  los pocos que había no daban arreglado tanta maquinaria. Con lo que no le quedó más remedio que despedir a cuatro obreros, entre los cuales me encontraba yo.

Ese mismo día, andando por la ciudad, fui a dar con una urbanización que estaba construyendo el Banco Obrero, (El Banco Obrero  fue una institución creada en Venezuela en 1928, adscrita al Ministerio de Fomento, cuya función era facilitar a los obreros pobres la adquisición de casas urbanas. Lo que en sus inicios fue sólo un ente financista se transformó con el pasar de los años en un organismo encargado de la planificación, el diseño y la construcción de viviendas para las clases media y obrera del país.En atención al Programa Presidencial para Erradicar la Vivienda Insalubre, fue aprobada en julio de 1957 una inversión de  150.000.000  de Bolívares,para construir 5.590 apartamentos en Caracas) . banco_obrero «Urbanización 2 de Diciembre» (en conmemoración al golpe de estado realizado por el presidente Marcos Perez Jimenez), sin embargo el nombre actual urbanización 23 de enero fue asignado por su sucesor, Rómulo Betancourt, la fecha23 de enero conmemora el derrocamiento del General e inicio de la democracia.

Vi a un hombre al pie de una obra, y le pregunté amablemente, si sabía donde podía haber trabajo.

-Aquí mismo, si você quiere, puede empezar ahora mismo. Yo soy el encargado de esta obra, y tenemos por lo menos para cuatro meses.

Era portugués, y me dijo que a los peones le pagaba 15 Bolívares las ocho horas, y a los profesionales 24 Bs.  Después de 3 meses ganando 15 Bs., yo ansiaba ganar como los profesionales, así que en la misma empresa le fui a pedir trabajo al maestro de los carpinteros, este me preguntó si sabía trabajar, a lo que respondí que si; cosa que no era del todo cierta. Este hombre que era portugués, fue el mejor carpintero que conocí en mi vida profesional, pero era un vago de primera, y eso fue lo que me salvó a mi. Yo lo que quería era aprender, y como estaba fuerte,  hacía el trabajo duro de los dos.  Y lo cierto es que en  los 4 meses, se portó muy bien conmigo y me enseñó todo sobre carpintería de obra. Se acabó la obra y cada uno se buscó la vida por separado.  Yo fui a parar a una empresa italiana en la que estuve 16 meses, y en la que el encargado era de Lugo, Galicia. Por las mañanas este gallego era una excelente persona, pero por las tardes, el ron y la cerveza lo traicionaban.   En mi siguiente obra el jefe se llamaba Piñeiro, y también era gallego  ¡manda carallo!.  Empecé cobrando 24 Bs. pero al mes siguiente ya me subió a 32 Bolívares, porque ya era profesional. Los que más cobrábamos erámos los Portugueses, Italianos y Gallegos. Los venezolanos, en la construcción la mayoría eran de raza negra, y casi todos eran peones y unos flojos. Allí se cobraba todos los sábados, y la mayoría de los negros, el miércoles ya no tenían plata. Yo me llevaba bien con ellos. El lunes por la mañana los invitaba a tabaco y aprovechaba para pedirles  un par de bolívares.

-No jodasss chico, pero donde coño metes la plata?
-Es que tengo una negrita, sabes… y  tengo que darle para comer, y me gusta el ron y la cerveza                                                                                                                                                                                        -Habeis visto, este güebón es como nosotros.

Continuará…

 

Retales de su vida (13)

Zarpó el barco desde el puerto de A Coruña rumbo a Venezuela. Menos mal que llevaba todo pago con el pasaje, porque yo no tenía un céntimo en el bolsillo. Marché empeñado en ocho mil pesetas, que en aquel entonces era mucho dinero. Cuando el barco hizo escala en las Islas Canarias, le escribí una carta a un primo tercero, que estaba en Caracas, pidiéndole que  si hacía el favor de  ir a esperarme cuando llegase al puerto de La Guaira. Lo más probable es que ni siquiera le llegase la carta a tiempo, o no quisiera saber nada de mi, o a lo mejor ya no residía en esa dirección.Mientra duró la travesía, hice algún amigo y amiga, pero al llegar al destino, cada uno siguió su camino y que yo sepa nunca más he sabido de ello@s.  Después de doce días en el mar arribamos a puerto el 27 de junio de 1957. del que desembarcamos 1.113 pasajeros, de los cuales 119 iban en primera clase y 994 en turista ( je,je,je, hay cosas que no se olvidan aún que pasen 60 años). Cuando llegamos todo el mundo a gritos con las manos levantadas, y al parecer a todos les esperaba alguien. Entonces me dije * voy a bajar al comedor, y por lo menos comer  hasta hartarme, no vaya a ser que tenga que pasar hambre unos días* y así lo hice. Fui el último en desembarcar y  al hacerlo… allí estaba mi tercer primo esperándome, al verlo fue tal la alegría que invadió mi cuerpo, que parecía que estaba flotando en una nube.

-Hola Santiago, ¿que tal estas,  has comido?.

-Estoy bien,  he comido, pero lo peor es que no tengo un céntimo.

-Eso está arreglado, no te preocupes.  Vámonos, que te tengo alquilada una pensión (hostal+comida y cena) y te voy a enseñar donde está, pero aún tenemos que recorrer la autopista de la Guaira

Y allá fuimos. Me prestó 100 bolívares, cambiados en billetes y monedas, y me enseñó el valor de cada uno. A excepción de mi familia más directa, no recordaba a nadie que se hubiese preocupado tanto por mi; y  a pesar de vernos poco el resto de nuestras vidas, él sabe que se lo agradecí para toda la vida, y que tenía un amigo para lo que hiciese falta.  Llegamos a la pensión, que constaba de 20 habitaciones, para obreros, y le dijo a la dueña ( que tanto llegó a quererme).

-Maríaaaa…

-queee…

dale a este hombre todo lo que te pida,  que si él no te lo paga, lo haré yo ( cosa que no hizo falta).

Al día siguiente,  cogí el bus y fui al centro de Caracas, a buscar trabajo en la construcción. Y  en este país empiezan otros diez años de mi vida.

 Continuará…

Retales de su vida (12)

El año siguiente después de salir de la cárcel, lo pasé trabajando en casa de mi padre, en las labores del campo.  En aquel entonces la empresa Rivas de Santiago de Compostela era la que estaba explotando las minas de Barilongo. Fui a pedir trabajo y me lo dieron. Trabajaba de entibador por 33 pesetas, que no llegaban para comer.  Los entibadores  apuntalaban y fortalecían con madera y tablas, las excavaciones, que ofrecían riesgo de hundimiento. Allí trabajábamos tres entibadores, y éramos de los pocos que tenían el privilegio de salir y entrar en las galerías sin ser cacheados, nada más que al terminar la jornada. El motivo era lógico, porque en nuestro quehacer diario, teníamos que salir a por madera, tablas, puntas… Gracias a esto yo sacaba algún mineral, lo dejaba escondido y cuando salía de trabajar, iba a por él. Cuando conseguía reunir un par de kilos, lo vendía en el mercado negro.  Estuve 22 meses trabajando así, pero como el sueldo no subía y la vida si lo hacía, me marché. Lo que si me sorprendió, es que cuando llegué a la jubilación, la empresa Rivas, había cotizado todos eses meses a la seguridad social.  Fue en esta época cuando conocí a  Benedicta Agrelo Rey, natural  de Noví, Ardaña de Bergantiñosla mujer, que más tarde me casaría con ella, más preciso sería decir que fue el 5/11/1.955  Al casarme, mi suegro José Agrelo Remuiñán, me pidió que fuese a trabajar con él en su fábrica de madera, y que ganaría más dinero que en la mina. Mi trabajo principalmente consistía en comprar pinos, robles, castaños, eucaliptos… y llevarlos a la fábrica para que los hijos de mi suegro los aserraran y trabajaran con  la madera haciendo tablas, tablón, etc. Me pasé dos años en este oficio.

A mi mujer y a mi, nos ilusionaba tener una casa para nosotros. Hablé con la Hermandad de Labradores,  y de llevar a cabo mi proyecto, me concederían un crédito de  100.000 pesetas(con esta cantidad nos llegaba)al 2% a través de la Caja de Ahorros. Mi suegro nos ofreció anticipar la herencia de su hija con una finca de 10 ferrados (Medida agraria, usada en Galicia, cuya superficie varía desde 4,288 hasta 6,395 áreas).  que tenía cerca de su casa. Empezamos sacando piedra y cuando nos parecía que llegaba para hacer la casa paramos.  Antes de seguir adelante y tratar con el contratista de la obra, le pedí a mi suegro que había que ir al notario y hacer la escritura a nuestro nombre, con lo que el estuvo de acuerdo, y acordamos ir el domingo, que era día de feria en el pueblo de Carballo, que en aquel entonces los notarios trabajaban los domingos feriados. Yo llamé a mi padre para que me  acompañase, y así poder comer todos juntos. Llegado el día fuimos andando unos 4 kilómetros al pueblo,  por cierto, yo cargado con un saco de habas, que me pidió la señora Dolores (mi suegra), que las llevase y así aprovechaba para venderlas en la feria.  Al final no hubo trato, porque mi suegro quería poner en el documento que cada año le tendríamos que pagar con 14 ferrados de trigo(Medida de capacidad para áridos en Galicia, que varía desde 13,13 hasta 16,15 l.).  Además de oponerme mi mujer y yo, el notario decía que eso no se podía poner porque no era legal, en un documento de anticipación de herencia,  punto que aprovechó mi suegro para volverse atrás, porque el hombre se había arrepentido. Ahh! se me olvidaba, mi padre también me había ofrecido dar la parte de la herencia que me correspondía.   Salimos de la notaría, fuimos igual a comer todos juntos, pero yo ya no estaba a gusto, con lo cual me empezó a rondar por la cabeza emigrar para las Américas. Y ese mismo día fui a una agencia que embarcaba a la gente, y me contestaron que no había problema, pero que tardaría unos seis meses, tiempo que yo no estaba dispuesto a esperar.   Le propuse a mi querida mujer, marcharme a Venezuela yo solo, y si todo marchaba bien a los seis meses vendría ella. Porque si la cosa no iba bien, sería más fácil, volver a Galicia, uno solo que dos.

Un conocido mio llamado Landeira, me dijo:

-Te voy a poner en contacto con un hombre de Malpica de Bergantiños, que se llama Ameixenda, y verás como en un par de meses, te arregla los papeles.

-He oído hablar de él, pero tiene fama de ser informal, y  el dinero que tengo aún no me alcanza para el pasaje, y no puedo permitirme el lujo de perderlo.

-Tú vas junto del, yo no me meto en el precio, pero si ese señor se te queda con el dinero sin arreglarte, te lo devuelvo yo, ¿confias en mi, no?

-Totalmente, gracias.

Este hombre me dio una nota y me fui a visitar al tal Ameixenda. Le pagué 16.000 pesetas y me arregló los papeles, médicos ( que había que tener tres certificados de médicos distintos) y el pasaje en un barco italiano» El Surriento» y en quince días todo arreglado.

Surriento

 

Y así fue como el día 15 de junio de 1.957, a las cinco de la mañana, sin previo aviso, me despedí de mi suegro.  Surriento1

 

 

A las once de la mañana ya estaba abordo del Surriento.

En la foto, escala del Surriento, en St. Cruz, Canarias, antes de partir hacia Venezuela

Continuará…

 

Retales de su vida (11)

Buitrago, era un  destacamento abierto con unos pabellones muy grandes.  Había instalado en él un cuartel de la policía armada. Al ser un campo abierto, la policía era muy seria, pero sin embargo nos trataban bien y no hacía falta que se les saludara en plan militar. Es verdad que la tentativa de fuga, era muy grande, pero al que lo intentaba ya se sabía lo que le pasaba…   Después de mucho tiempo, me llega un atisbo de suerte.  Al frente del destacamento estaba un teniente, nacido en Ferrol y allí en medio de 600 personas, solo éramos dos gallegos. Nos llevábamos bien y le conté todo mi caso; al que me respondió, que si no hubiese pasado tanto tiempo,  se podía hacer una reclamación al Ministerio de Justicia.

Aquí trabajábamos todos haciendo el embalse de Buitrago en el río de Lozoya, que era el que llevaba las aguas a Madrid. Si no recuerdo mal, creo que nos pagaban una peseta, y a los que trabajaban a destajo como yo,  de diez a once horas,  se nos pagaba el doble o el triple, que para aquella época era muy poco. Solo se trabajaba de día. Con respecto a Garganta de los Montes, la comida y el trato personal era mucho mejor, y no había que ir a misa. Por cierto, que el motivo de mi traslado a Buitrago, fue porque un día no quise ir a la confesión, y me castigaron con el traslado a este destacamento, y eso fue mi salvación.

Llega una orden de indulto a nivel nacional, para cierto tipo de casos. El teniente me informa,  e hicimos una solicitud al Ministerio de Justicia.  Recibo contestación, diciéndome que revisaría el caso. Cuando ya habían pasado 7 meses llega aprobado el indulto, y con un mes más, me llegaba para alcanzar la Libertad. Nunca había estado enfermo en mi vida y como tenía miedo de llevar un golpe, ese mes ya no fui a trabajar.  En total estuve privado de libertad 7 años y 8 meses. Cuando llegó el día, me dieron un pase para el coche de línea (autobús), para ir a Madrid y un billete de ferrocarril para   A coruña. La velocidad del tren era tan grande que cuando llegué a Galicia ya casi habían pasado 24 horas. Esa noche la dormí en A coruña. Al día siguiente cogí uno de los famosos trolebuses Coruña-Carballo que funcionaban con electricidad. De Carballo a la casa de mi padre en Calvelo fui andando que eran 9 kilómetros, y con la alegría que tenía, hice el camino sin darme cuenta.  Nadie contaba conmigo y yo quería darles una sorpresa, aunque mi padre tenía esperanzas que me indultasen, porque él también había escrito de su puño y letra al Ministerio de Justicia;  y le habían contestado.  Esa día se reunió toda la familia y estuvimos hablando toda la noche; mi padre de vez en cuando se emocionaba y echaba unas lágrimas.

Continuará…

Retales de su Vida (10)

En Garganta de los Montes, estuve trabajando en una vía de ferrocarril que tenía  aproximadamente unos 3 kilómetros. Se hacían turnos de día y de noche quincenales. La maquinaria no existía para nosotros, se trabajaba con herramientas muy rudimentarias. En este lugar también murió mucha gente, pero en este caso era debido a los accidentes laborales.

Aunque la vigilancia era extrema, se practicaban recuentos diarios del personal , tanto  al salir del destacamento como a la vuelta.   La comida, dejaba mucho que desear, pero por lo menos algún día a la semana, nos daban cantidad hasta hartarnos. En el desayuno nos daban una taza de agua con dos pequeños trozos de pan duro, para hacer sopas.    Los domingos nos obligaban y llevaban a una iglesia que había cerca de allí.     Uno de los vigilantes era un fanático falangista, que  presumía con su insignia de las cinco flechas en la solapa de la chaqueta. Este cabrón de mierda, cuando estábamos en formación en aquel patio de tierra que había en el destacamento, pues pasaba por delante y nos pisaba con fuerza en la punta de los pies. También solía hacerlo en la cola que se hacía para recibir la comida. Cuando uno se cruzaba con él, había que levantar la mano y saludarlo en forma militar. Se hacia llamar Don Estévez. Por mi  parte me gané la fama de tipo duro, sin darme cuenta; al parecer era el que más fuerte le daba con un martillo grande, a las vías; y la verdad es que desde que me lo dijeron, me fijé y me di de cuenta de  que mis martillazos resonaban muchos decibelios por encima de los demás. Quizás sería porque pensaba en cada martillazo que quien estaba debajo eran los pies del puto falangista, y yo creo que él lo intuía, porque para mi el porcentaje de pisotones, era menor. En los dos años que estuve aquí, intentaron la fuga varios presos; yo no se si lo consiguió alguno, pero lo que si se, porque lo vi con mis propios ojos es que uno que lo intentó, lo atraparon y lo mataron a palos delante de nosotros.

Me llegó otro traslado, y también esta vez me quedo en la comunidad de Madrid, ahora me llevan para Buitrago.

Continuará…

Retales de su vida (9)

Me juré a mi mismo que el día que saliese de prisión, iría a por aquél hijo puta de guardia civil llamado Ricardo. Pero yo no era un asesino y después de 7 años privado de libertad, ves las cosas de otro modo.  Incluso vendí una pistola que tenía de 9mm. parabellum  o del nueve largo como le llamábamos entonces.   ¡ahh!,  que se me olvidaba;  mi hermano el mayor,  Gumersindo, fue a la guerra española y estuvo de ordenanza de un Teniente en la retaguardia en Asturias. Básicamente lo que hacía era recoger el armamento que se iba quedando tirado de los soldados que iban cayendo en combate. Y cuando venía de permiso traía baúles llenos de pistolas del nueve corto y del nuevo largo y gran cantidad de cajas de balas, que vendía y sacaba un buen dinero. Pero yo creo que en aquella época los jóvenes éramos más responsables y teníamos mayor respeto hacia los demás, de hecho la mayoría podíamos andar con una pistola en la cintura, y no pasaba nada.

Después del juicio, me trasladan a la cárcel provincial de Madrid. Salimos de A coruña en tren, 5 presos y una pareja de guardia civiles. Hicimos una parada en Palencia,  a donde iba destinado uno de los presos. Allí, según parece tenía que llevarnos un coche a Madrid; pero uno de los presos intentó la fuga y se armó tal revuelo que al final nos llevaron en tren. Por cierto, que al fugado lo apresaron y nunca más hemos sabido de él. En el penal de Madrid, debí de estar aproximadamente un mes y después me llevaron para el de Guadalajara. Nunca pensé en morir, hasta que llegué aquí.  En esta cárcel todos los días moría gente de hambre. La comida no llegaba para vivir, el agua era escasa, dormíamos en el suelo, y los piojos, las pulgas y los chinches estaban por todos  lados. calculo que éramos más de 300 presos para un lugar de 100 como máximo.  Una vez por semana, nos daban dos horas para lavar la ropa, y cuando la echabas en aquellos baldes, las pulgas, piojos, chinches… salían a flote y el agua quedaba teñida de bichos.  En este infierno pasé dos meses, pero como era joven y fuerte, logré sobrevivir hasta mi traslado a un campo de trabajo en Garganta de los Montes, donde estuve dos años.    (pero eso es otra historia).

Continuará…

Retales de su vida (8)

Era por la tarde y estaba yo en las fiestas de San Salvador en Sofán.  Aquella romería estaba llena de gente.  Antes del anochecer  yo y un compañero nos marchamos para A Ramiscosa, otra aldea que estaba a 3 kilómetros. Sobre las doce de la noche en el campo de la fiesta de San salvador se inició una pelea entre la juventud, y acabó con un joven muerto. En aquel momento y con el follón que había allí montado, nadie sabía quien era el culpable; pero dos de los allí presentes que no se llevaban bien conmigo, corrieron la voz de que había sido yo.  Al día siguiente por la mañana me entero de lo ocurrido. Dos días después vino la guardia civil a  casa de mi padre y me llevaron esposado. Los diez kilómetros que separan mi casa del cuartel de la guardia civil en Carballo, fueron un cúmulo de malos tratos, tanto físicos, como verbales. insistía en que era inocente y que por favor, que llamaran a las pruebas que les estaba dando, pero ellos en vez de comprobar, decían que mentía. Al llegar al cuartel, un guardia civil de mayor rango llamado Ricardo, me pegó unos diez palos seguidos con una especie de bastón, que era la porra de aquel entonces. Quería que firmase mi culpabilidad en una declaración; y le dije que ya podían ir matándome que jamás firmaría eso. Cada vez que insistía en mi inocencia y les rogaba que fueran a las dos aldeas a preguntar, y,  verían como estaba diciendo la verdad, ellos más me amenazaban. La palabra injusticia ni la podía pronunciar, sino ya era palo seguro.

Me llevaron ante el juez a declarar, pero no me sirvió de nada. En aquella época había cárcel en Carballo, donde pasé 17 meses.  Estábamos allí metidos 20 presos. Todo este tiempo, estuve mantenido por mi padre y hermanos, porque aunque el estado mandaba unos haberes a los presos; quien se quedaba con ellos era el cabrón del Zamora, carcelero municipal. Yo tenía 19 años, pero cada vez que reclamaba los haberes que me correspondían, las amenazas del desgraciado del Zamora, subían de tono. Me trasladaron a la carcel provincial en A coruña, donde estuve un año. Se celebró el juicio, pero mis testigos no valieron de nada, en contra de dos testigos falsos y me condenaron a 14 años 8 meses y 1 día.

Continuará…

Retales de su vida (7)

Más de una semana llevábamos mi hermano el mayor y yo  sin poder acercarnos a la mina, por la presencia exagerada de carabineros. Yo sabía de un pozo que daba mucho mineral y le dije a mi hermano; me hace falta dinero, así que voy a arriesgarme, si no vienes, voy yo solo.

Era de noche y  caía una fina lluvia. Muy cerca de donde estaba el mineral que nos estaba esperando, había un puesto de vigilancia y dentro se oía hablar a varios hombres y mujeres (probablemente prostitutas). Decidimos turnarnos y mientras uno vigilaba el otro trabajaba. En una de estas,  estoy yo de vigía y escucho:

-bueno… ahora vamos a dar una batida por el monte, y hay que recoger todo el mineral que vayan abandonando y a ser posible no dejamos nada, que todo el que teníamos ya lo hemos vendido. A todo aquel que detengamos le damos una buena paliza.

– Pero a lo mejor no hay nadie, (dice otro vigilante).

-Ya verás como pasa de doscientas personas.

No sabría decir la gente que había , pero cuando empezaron los tiros,  aquello parecía una ciudad alumbrada con luces de carburo moviéndose a toda prisa de un lado para otro. Uno que dormía en nuestra pensión, fue apresado y le dieron tal paliza, que el hombre no se recuperó nunca más y murió de allí a un par de años. Por nuestra parte después de correr unos 5 kilómetros, lavamos el mineral y  conseguimos por él 3000 pesetas,  que ya nos daba para una buena temporada.

Entrando en el año 43, la cosa se empezaba a poner fea y decidí no volver a la mina.

    Continuará…

Retales de su Vida (6)

Formábamos cuadrillas de cinco hombres, los cuales se repartían el trabajo en lavar el mineral, buscarlo, cargarlo…  Para dormir, nos cobraban una peseta por noche y nuestras camas eran los pallotes(cobertizos de paja), cortes del ganado, etc. Dormíamos veinte o treinta juntos. Nuestra cuadrilla, cuando pudimos cambiamos de casa, porque nos pusieron al lado de un rebaño de ovejas y gracias al calor que estas soltaban no pasábamos frío. La comida habitual era una taza de caldo de verduras y un poco de broa (pan de maíz), que nos estafaban por ello una peseta. El caldo solía durar 3 días porque, cuando quedaba poco se rellenaba con agua y… ale otra vez.

El 24 de junio de 1941, día de san Juan, hacía dos meses que yo cumpliera los 18 años y  la guardia civil lleva a cabo una batida en Barilongo, cientos de personas corremos monte arriba y monte abajo. En mi huida veo un bulto raro detrás de unos helechos, y pensé que era un compañero de roubeta, pero resultó ser un carabinero(Soldado destinado a la persecución del contrabando) con su fusil al lado. Mi reacción fue empezar a correr en dirección contraria . Le sacaba unos metros de ventaja cuando al saltar una zanja, me caí, pero a mi enemigo le pasó lo mismo y  me levanté y corrí como una bala, hasta que a unos doscientos metros más adelante me encontré de frente con un cabo de la guardia civil.

¡Vaya,vaya! Se cayó el pájaro… ahora no te muevas.

Levanté las manos en alto y comencé a llorar.

¿Usted no sabe que no puede venir a la mina?

Lo se, señor guardia.

-Entonces si lo sabe, porque lo hace.

No tengo madre, mi hermana está en el hospital y necesito el dinero, porque quería ir a verla. Todos los vecinos me dijeron que debería ir a la mina y hacer como todo el mundo.

Pues vas a tener que buscar el dinero en otro lado. ¡Me va a dar usted su palabra de que no va a volver a la mina!.

Si no me pega… bueno… es que no sé… necesito un poquito de dinero.

En ese momento llega jadeando el carabinero al que había escapado e intenta darme con un bastón que ellos solían llevar.

Ehhh! un momento,le estoy tomando declaración al chico,  y si  hay que pegarle se hará después.  Éste es un caso un poco triste; que le vas a hacer si es un pobre diablo.  Y a ti chaval, sabes que si te cogen otros te van a dar una buena  paliza, así que… ¡ trota chaval!.

No hizo falta que lo repitiera, corrí un buen rato sin mirar atrás. Pero a las dos horas me encontré con el resto de la cuadrilla y volvimos a por el wolfram.

   Continuará…

Retales de su Vida (5)

No hay como el calor de una madre, solo lo sabe el que se queda sin ella. Cuando era pequeño, a menudo preguntaba por mamá; y me respondían directamente que estaba muerta.     Bueno…    total que se acabó la guerra civil española y dos de mis hermanos volvieron sanos y salvos, en cambio el marido de nuestra única hermana cayó en la guerra a bordo del barco llamado Olite en la ciudad de Cartagena. Toda la familia le guardó luto con el clásico botón negro en la solapa de la chaqueta durante un año.

Yo mientras tanto con dieciseis años estuve trabajando un par de años de jornalero cobrando 2 pesetas en casa de Don Antonio ,en la aldea de Barbalde en la parroquía de Rus. Al cabo de dos largos años, me harté de tanto trabajar y pedí aumento de sueldo al doble (4 pesetas).

 Cuatro pesetas?, estás loco, lo que vais  a conseguir es acabar con los agricultores.

Pues me largo. Y así lo hice.

¡ Ehhh !, a donde vas hombre, espera.

Era su hijo que me alcanzó en mitad del camino.

Hemos discutido mi padre y yo, y no queremos que te vayas, porque sabemos que ese jornal te lo ganas bien; si no te lo paga él lo haré yo.

En fin, que me quedé una pequeña temporada más.  Pero al poco tiempo había oído hablar de unas minas que estaban a 37 kilómetros de casa, y que había formas de ganar mucho dinero.

Se lo propuse a mi padre y él no quería porque necesitaba a todos los hijos para cavar con el azadón un monte de 18 ferrados de tierra, para sembrar el trigo; pero yo me fui igual y a la semana volví con 500 pesetas en el bolsillo.

¡Carallo!, esto si es ganar dinero; pero si no sementamos el trigo, no tendremos cosecha para el año.

Regresé a la mina 10 días y cobré 1000 pesetas, con las que contraté jornaleros, le regalé 300 pesetas a mi padre y zanjé el asunto del trigo, ahorrándome mucho dinero y trabajo.

En 1914 se produjo el hallazgo de un depósito de wolframio de ocho kilómetros de largo y uno de ancho en la mina de Barilongo, situada entre las parroquias de Santa Sabiña y San Salvador en el concello coruñés de Santa Comba.  El Wolfram cobró gran importancia en la industria militar y alcanzó su época de máximo esplendor desde finales de la Guerra Civil hasta 1955.  Con la llegada de la II Guerra Mundial, Santa Comba se convirtió en enclave estratégico, ya que Alemania necesitaba el mineral para endurecer el metal de sus cañones, obuses y tanques, (los obuses revestidos de wolframio eran capaces de volar un tanque por los aires y los otros no) que salía en barcos desde Vilagarcía o el pequeño puerto de  Balarés en Ponteceso. Los ingleses lo compraban también para hacer subir el precio, y lo arrojaban al mar o en depósitos en tierra pues no disponían de la tecnología para su aprovechamiento. Esto hizo que en esta época el wolframio alcanzase más valor que el oro, de ahí que se le llamase por estas tierras,  el oro negro.

Llegamos a trabajar en la mina 4000 mineros,  los sueldos en la mina eran de 8 a 15 pesetas, que en ese momento acabada la guerra civil e inmersos en la mundial, era un buen salario, contando que en ese momento no tenía ni calzoncillos porque los sueldos normales eran 2 pesetas.  La demanda era tal en el mercado, que pronto surgió el estraperlo «comercio clandestino», y de ganar 8 pesetas se pasó a ganar 200 pesetas por un kilo en un día. La necesidad era tal, que los más aventureros se dedicaron a lo que se dio en llamar tirarse a la mina o  lanzarse al monte,( ir a roubeta). Y yo también fui uno de ellos, con el riesgo de que un guardia civil te pegase un tiro como le pasó a más de uno.

Continuará…