Más de una semana llevábamos mi hermano el mayor y yo sin poder acercarnos a la mina, por la presencia exagerada de carabineros. Yo sabía de un pozo que daba mucho mineral y le dije a mi hermano; me hace falta dinero, así que voy a arriesgarme, si no vienes, voy yo solo.
Era de noche y caía una fina lluvia. Muy cerca de donde estaba el mineral que nos estaba esperando, había un puesto de vigilancia y dentro se oía hablar a varios hombres y mujeres (probablemente prostitutas). Decidimos turnarnos y mientras uno vigilaba el otro trabajaba. En una de estas, estoy yo de vigía y escucho:
-bueno… ahora vamos a dar una batida por el monte, y hay que recoger todo el mineral que vayan abandonando y a ser posible no dejamos nada, que todo el que teníamos ya lo hemos vendido. A todo aquel que detengamos le damos una buena paliza.
– Pero a lo mejor no hay nadie, (dice otro vigilante).
-Ya verás como pasa de doscientas personas.
No sabría decir la gente que había , pero cuando empezaron los tiros, aquello parecía una ciudad alumbrada con luces de carburo moviéndose a toda prisa de un lado para otro. Uno que dormía en nuestra pensión, fue apresado y le dieron tal paliza, que el hombre no se recuperó nunca más y murió de allí a un par de años. Por nuestra parte después de correr unos 5 kilómetros, lavamos el mineral y conseguimos por él 3000 pesetas, que ya nos daba para una buena temporada.
Entrando en el año 43, la cosa se empezaba a poner fea y decidí no volver a la mina.
Continuará…