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Retales de su vida (11)

Buitrago, era un  destacamento abierto con unos pabellones muy grandes.  Había instalado en él un cuartel de la policía armada. Al ser un campo abierto, la policía era muy seria, pero sin embargo nos trataban bien y no hacía falta que se les saludara en plan militar. Es verdad que la tentativa de fuga, era muy grande, pero al que lo intentaba ya se sabía lo que le pasaba…   Después de mucho tiempo, me llega un atisbo de suerte.  Al frente del destacamento estaba un teniente, nacido en Ferrol y allí en medio de 600 personas, solo éramos dos gallegos. Nos llevábamos bien y le conté todo mi caso; al que me respondió, que si no hubiese pasado tanto tiempo,  se podía hacer una reclamación al Ministerio de Justicia.

Aquí trabajábamos todos haciendo el embalse de Buitrago en el río de Lozoya, que era el que llevaba las aguas a Madrid. Si no recuerdo mal, creo que nos pagaban una peseta, y a los que trabajaban a destajo como yo,  de diez a once horas,  se nos pagaba el doble o el triple, que para aquella época era muy poco. Solo se trabajaba de día. Con respecto a Garganta de los Montes, la comida y el trato personal era mucho mejor, y no había que ir a misa. Por cierto, que el motivo de mi traslado a Buitrago, fue porque un día no quise ir a la confesión, y me castigaron con el traslado a este destacamento, y eso fue mi salvación.

Llega una orden de indulto a nivel nacional, para cierto tipo de casos. El teniente me informa,  e hicimos una solicitud al Ministerio de Justicia.  Recibo contestación, diciéndome que revisaría el caso. Cuando ya habían pasado 7 meses llega aprobado el indulto, y con un mes más, me llegaba para alcanzar la Libertad. Nunca había estado enfermo en mi vida y como tenía miedo de llevar un golpe, ese mes ya no fui a trabajar.  En total estuve privado de libertad 7 años y 8 meses. Cuando llegó el día, me dieron un pase para el coche de línea (autobús), para ir a Madrid y un billete de ferrocarril para   A coruña. La velocidad del tren era tan grande que cuando llegué a Galicia ya casi habían pasado 24 horas. Esa noche la dormí en A coruña. Al día siguiente cogí uno de los famosos trolebuses Coruña-Carballo que funcionaban con electricidad. De Carballo a la casa de mi padre en Calvelo fui andando que eran 9 kilómetros, y con la alegría que tenía, hice el camino sin darme cuenta.  Nadie contaba conmigo y yo quería darles una sorpresa, aunque mi padre tenía esperanzas que me indultasen, porque él también había escrito de su puño y letra al Ministerio de Justicia;  y le habían contestado.  Esa día se reunió toda la familia y estuvimos hablando toda la noche; mi padre de vez en cuando se emocionaba y echaba unas lágrimas.

Continuará…