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Retales de su vida (13)

Zarpó el barco desde el puerto de A Coruña rumbo a Venezuela. Menos mal que llevaba todo pago con el pasaje, porque yo no tenía un céntimo en el bolsillo. Marché empeñado en ocho mil pesetas, que en aquel entonces era mucho dinero. Cuando el barco hizo escala en las Islas Canarias, le escribí una carta a un primo tercero, que estaba en Caracas, pidiéndole que  si hacía el favor de  ir a esperarme cuando llegase al puerto de La Guaira. Lo más probable es que ni siquiera le llegase la carta a tiempo, o no quisiera saber nada de mi, o a lo mejor ya no residía en esa dirección.Mientra duró la travesía, hice algún amigo y amiga, pero al llegar al destino, cada uno siguió su camino y que yo sepa nunca más he sabido de ello@s.  Después de doce días en el mar arribamos a puerto el 27 de junio de 1957. del que desembarcamos 1.113 pasajeros, de los cuales 119 iban en primera clase y 994 en turista ( je,je,je, hay cosas que no se olvidan aún que pasen 60 años). Cuando llegamos todo el mundo a gritos con las manos levantadas, y al parecer a todos les esperaba alguien. Entonces me dije * voy a bajar al comedor, y por lo menos comer  hasta hartarme, no vaya a ser que tenga que pasar hambre unos días* y así lo hice. Fui el último en desembarcar y  al hacerlo… allí estaba mi tercer primo esperándome, al verlo fue tal la alegría que invadió mi cuerpo, que parecía que estaba flotando en una nube.

-Hola Santiago, ¿que tal estas,  has comido?.

-Estoy bien,  he comido, pero lo peor es que no tengo un céntimo.

-Eso está arreglado, no te preocupes.  Vámonos, que te tengo alquilada una pensión (hostal+comida y cena) y te voy a enseñar donde está, pero aún tenemos que recorrer la autopista de la Guaira

Y allá fuimos. Me prestó 100 bolívares, cambiados en billetes y monedas, y me enseñó el valor de cada uno. A excepción de mi familia más directa, no recordaba a nadie que se hubiese preocupado tanto por mi; y  a pesar de vernos poco el resto de nuestras vidas, él sabe que se lo agradecí para toda la vida, y que tenía un amigo para lo que hiciese falta.  Llegamos a la pensión, que constaba de 20 habitaciones, para obreros, y le dijo a la dueña ( que tanto llegó a quererme).

-Maríaaaa…

-queee…

dale a este hombre todo lo que te pida,  que si él no te lo paga, lo haré yo ( cosa que no hizo falta).

Al día siguiente,  cogí el bus y fui al centro de Caracas, a buscar trabajo en la construcción. Y  en este país empiezan otros diez años de mi vida.

 Continuará…